Un audiovisual utilizado como herramienta de marketing produce gran cantidad de beneficios y hay poderosas razones demostradas que refuerzan esta idea.
El trabajo de una productora es crear audiovisuales que cumplan con los objetivos que se plantearon y por tanto, que genere beneficios. Lograrlo conlleva un trabajo previo de estudio en el que se plantea, entre otros aspectos, el público al que va dirigido. Este paso previo determina los elementos del lenguaje audiovisual.
El lenguaje audiovisual generalmente apela a los sentidos y hace despertar emociones que conectan al público con el mensaje. En esta comunicación se utilizan principalmente elementos de vídeo y audio.
Sin embargo, se presupone que ambos elementos serán perceptibles por todos y que el mensaje se recibirá tal y como se diseñó. No obstante, la realidad es otra. Miles de factores influyen a la hora de visualizar contenido audiovisual, por ejemplo la decisión de reproducir sin sonido para no molestar, no poder ver de manera óptima la pantalla o escuchar el audio mientras haces otra cosa y no prestar atención a la imagen.
Todo esto son opciones voluntarias y variables según el momento, pero hay personas que no pueden percibir alguno de los elementos que componen un audiovisual y en el momento de concretar el público al que nos dirigimos deben tenerse en cuenta.
Generalmente, las personas que hablan otro idioma no reciben el mensaje que contiene el audio. Es común optimizar los vídeos ofreciendo traducciones a inglés, francés o alemán, pero ¿qué pasa con la lengua de signos española? Es un idioma con el que convivimos en nuestro país, visual y con el que hacer llegar el mensaje a miles de personas.
“No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible” (Antonin Artaud)
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